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Contamos con un equipo de profesionales altamente calificados en bienes raíces. Cada miembro de nuestro equipo tiene experiencia en el mercado local y está listo para ofrecer asesoría personalizada.
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CALLE CORSEGA 239 BAJOS 2
622524472 tierradeapus@gmail.com Agència de l'Habitatge de Catalunya AICAT 13028
GEOBIOLOGIA
Dentro del arte que supone la construcción de un espacio, sea un local o una vivienda,
hay ciertos aspectos que debemos tener en cuenta cuando se realiza una transacción,
que son los aspectos geobiológicos del lugar, que normalmente no te consideran al
momento de encontrar un inmueble.
Las líneas de tierra que pueden influenciar todos los aspectos de la vida diaria, tanto
oficinas como viviendas son indispensable a tomar en cuenta.
La geobiología se podría definir como la disciplina que estudia la interacción entre la
Tierra y los seres vivos o, mejor aún, el efecto que cada zona de la Tierra ejerce sobre
los seres que la habitan. La geobiología trata especialmente de todo aquello que
puede afectar a la salud o al bienestar de las personas en su entorno y, más
concretamente, en su hábitat. Su nombre se debe a la unión de los vocablos Geo
(Tierra) y Bio (Vida). Por eso, también es conocida como la ciencia del hábitat.
Desde hace siglos el hombre ha sido capaz de entender la influencia del magnetismo
de la Tierra en nuestra salud, detectar zonas geopatógenas y decidir cuál es el sitio
más sano para vivir. Ha sido consciente de las radiaciones naturales que emanan del
terreno y de sus efectos en la salud, y ha podido detectarlas por métodos de
biosensibilidad (lo que desde el albor de los tiempos se ha utilizado para buscar agua
y metales en todas las culturas del mundo, no sólo en la occidental, mediante varillas,
zahoríes y radiestesia).
Hoy en día la salud geoambiental recoge todos estos conocimientos ancestrales, los
integra con el saber científico actual y los materializa en protocolos concretos para
abordar de forma holística la influencia que ejerce en nosotros el entorno e identificar
los factores y parámetros que son peligrosos para la salud. Gracias a la ayuda de
geomagnetómetros, detectores de campos eléctricos, magnéticos y variaciones de la
radiactividad natural, es posible determinar de forma contrastada la mejor ubicación de
una persona en su hábitat (vivienda u oficina) y así evitar situarla en áreas de
influencia dañina que pudieran provocar efectos nocivos en la salud.
El inglés Havilland, el alemán Gustav Freiherr Van Pohl, el doctor Hager, presidente de
la Asociación Científica de Doctores en Medicina de Austria, o el médico alemán Ernst
Hartmann, entre otros. A principios del siglo XX fueron muchos los que comenzaron a
redescubrir la relación entre la estancia en lugares geofísicamente alterados y distintos
trastornos y enfermedades.
Redes geomagnéticas y alteraciones geofísicas
Los factores naturales que se han estudiado tradicionalmente desde la Geobiología y
que se estudian hoy en día con aparatología moderna desde la Salud Geoambiental
son:
Alteraciones geofísicas: fallas geológicas y fracturas del terreno, áreas de contacto
entre diferentes tipos de materiales, corrientes de agua subterránea y otros elementos
del subsuelo pueden provocar tanto alteraciones electromagnéticas locales en la
vertical de dichos fenómenos, como cambios en los niveles de radiación ambiental.
Líneas Hartmann: red geomagnética natural cuyas líneas de fuerza conforman una
malla orientada norte-sur con celdas de 2 por 2,5 metros aproximadamente.
Líneas Curry: red geomagnética natural cuyas líneas de fuerza están orientadas
noreste-sureste y sureste-noroeste, aproximadamente cada 6 u 8 metros.
Radiactividad ambiental procedente de las rocas y materiales del terreno, que con
frecuencia puede traducirse en grandes concentraciones de gas radón, una sustancia
altamente cancerígena, según la Organización Mundial de la Salud.
Alteraciones geofísicas
El subsuelo sobre el que están construidas nuestras viviendas y oficinas, o sobre el
que planeamos construir un inmueble, puede afectar al entorno electromagnético de la
superficie. Bajo el suelo que pisamos puede haber fallas, diaclasas o grietas; puede
haber distintos tipos de materiales en contacto entre sí, provocando reacciones físicas
y químicas que afloran a la superficie; puede haber corrientes de agua subterránea,
acuíferos o masas de agua, con lo que los campos geofísicos en el ambiente pueden
variar.
En suma, existe un conjunto de factores geofísicos que pueden influir en nuestro
hábitat, provocando variaciones en el campo magnético y eléctrico de nuestro entorno.
Dado que nuestros órganos vitales funcionan mediante mecanismos
electromagnéticos, las variaciones electromagnéticas en nuestro entorno cotidiano
interfieren con nuestros ritmos vitales y pueden debilitar nuestra salud, abriendo la
puerta a enfermedades.
Fallas geológicas
La corteza terrestre está en continuo movimiento por efecto de las fuerzas sísmicas y
tectónicas. Estas fuerzas producen fallas, fisuras, grietas, diaclasas… Son
discontinuaciones o fracturas en las rocas del subsuelo, y estas alteraciones pueden
estar presentes en cualquier lugar bajo el terreno en el que vivimos.
Cuando esto ocurre, las partes del terreno que se han fracturado ponen en contacto
superficies de naturalezas diferentes; a menudo forman incluso cavidades
subterráneas. En la vertical de estos fenómenos emanan, por la ley de mínima
resistencia, todo un conjunto de energías procedentes del subsuelo, fuertes
radiaciones gamma e incluso gases radiactivos. Esto tiene efectos ionizantes en la
atmósfera de la superficie, y también influye en el campo magnético de nuestro
entorno, provocando variaciones de distinta magnitud.
Aguas subterráneas
El agua subterránea representa una fracción importante de la masa de agua total
presente en los continentes de nuestro planeta. Las corrientes de agua subterránea,
acuíferos, bolsas de agua, sumideros y filtraciones llenan cavidades del subsuelo y
circulan por galerías subterráneas, pero también ocupan los poros y grietas del
subsuelo. Su presencia bajo el suelo que pisamos disminuye el valor del campo
magnético terrestre y aumenta la radiación gamma (radiactividad), además de
provocar intensas variaciones en la ionización del aire. Su área de influencia va en
función del tamaño de su caudal: cuanto mayor sea éste, más amplia será la zona
afectada en la superficie.
Dado el comportamiento dinámico de las aguas, es difícil prever si una corriente o
acuífero del subsuelo permanecerá mucho tiempo en ese lugar o si se filtrará y
dispersará. En cualquier caso, no interesa tanto conocer la naturaleza del acuífero sino
más bien los efectos que provoca en la superficie que habitamos, puesto que son las
variables en superficie las que afectan a nuestra salud, y no la presencia de agua en
sí.
Evidentemente, si se combinan varios de estos factores geopatógenos, como una
corriente de agua subterránea, una línea Hartmann y un cruce Curry, el efecto nocivo
de la zona será mucho mayor. Un experto en salud geoambiental puede detectar todos
estos factores de riesgo y diseñar soluciones que preserven nuestro bienestar.
Radiactividad ambiental y gas radón
La radiactividad es un fenómeno físico natural que se produce cuando en la estructura
atómica de cualquier sustancia no existe un balance correcto entre protones y
neutrones. El físico francés Henri Becquerel descubrió este fenómeno en 1896 al
constatar que ciertas sales de uranio emitían radiaciones espontáneamente y velaban
las placas fotográficas envueltas en papel negro. Más tarde, el matrimonio Curie
encontró otras sustancias radiactivas como el torio, el polonio y el radio. Marie Curie
recibió en 1903 el Premio Nobel de Física, y fue la primera mujer en obtener tal
galardón, por sus estudios sobre la radiactividad.
Tendemos a identificar el fenómeno de la radiactividad con determinadas instalaciones
artificiales, como las centrales nucleares o los aparatos de rayos X, pero lo cierto es
que también existe en la naturaleza. De hecho, vivimos en un medio ambiente
radiactivo. Nos llega radiactividad natural procedente del cielo (radiación cósmica), del
aire que respiramos (que contiene carbono y puede contener gas radón) y del suelo
(donde puede haber uranio y torio). Nuestro cuerpo también contiene elementos
radiactivos: por ejemplo, necesita el potasio para sobrevivir y lo obtenemos de la sal
común.
Sin embargo, la radiactividad natural se convierte en un riesgo para nuestra salud
cuando aumenta hasta un grado que nuestro organismo no está preparado para
asimilar. Con frecuencia, se registran altos niveles de radiactividad en nuestro entorno
cotidiano debido a la composición mineral del subsuelo en zonas localizadas. El
terreno que pisamos o sobre el que están edificadas nuestras viviendas puede tener
granito, arcillas, etc, que tienen una alta concentración de uranio que, como ya hemos
visto, es altamente radiactivo. Este mineral también está presente en determinados
materiales de construcción y decoración, como algunos tipos de gres o de cerámicas,
o ciertos tipos de cemento.
En su proceso natural de descomposición, el uranio emite gas radón, que está
clasificado oficialmente por la Organización Mundial de la Salud como la segunda
causa de cáncer de pulmón en el mundo. El resultado es que nuestro hogar o nuestra
oficina pueden registrar altos niveles de radiactividad natural y de gas radón sin que
seamos conscientes de ello, puesto que el gas radón es inodoro, insípido e invisible.
Una alta concentración de gas radón en el aire que respiramos satura nuestros
pulmones de elementos radiactivos cancerígenos.
La radiactividad ambiental se puede detectar y medir de forma muy sencilla con un
contador Geiger, que localiza las partículas radiactivas del entorno y mide el número
de impulsos de corriente eléctrica que produce dicha partícula. También existen
métodos sencillos para detectar y medir las concentraciones de gas radón presentes
en el ambiente. La primera medida de precaución que debemos tomar en esta
situación es garantizar la correcta ventilación diaria del inmueble afectado, sobre todo
al nivel del suelo, que es donde se dan las mayores concentraciones de gas radón.
En España, las mayores concentraciones de gas radón se producen en el centro de la
Península, en el oeste y en el noroeste; es decir, donde hay una mayor presencia de
suelos graníticos. El siguiente mapa muestra los niveles de radiactividad ambiental
medios en nuestro país:
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